El incierto destino turco
Las últimas elecciones en Turquía sacan a la palestra la necesidad de acometer reformas que mejoren la posición turca con vistas a entrar en la Unión Europea.
Sandra Álvarez / Madrid
Sandra Álvarez / Madrid
La victoria del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), liderado por Recep Tayyip Erdogan, ha sufrido un importante retroceso electoral en las últimas elecciones celebradas ayer en Turquía. El AKP, pese a ser el partido más votado, con el 39% de los sufragios totales, ha perdido siete puntos respecto a las elecciones generales de 2007, lo que supone el primer puntapié electoral desde que llegó al poder en 2002.
Erdogan ha mostrado su satisfacción pese a los resultados y ha confirmado que con este triunfo pretenden transmitir al mundo el mensaje de que la prioridad de su gobierno es continuar con su camino de adhesión a la UE.

El interés del Gobierno Turco por ingresar en la Comunidad Europea se remonta al 14 de abril de 1987 cuando Turquía insta su adhesión plena a la Unión. Pero la relación del moderno estado turco con la Unión Europea comienza 1959, cuando pide negociar un acuerdo de asociación privilegiada con la recién creada Comunidad Europea, algo que logró en 1963. Desde el comienzo del reto de la integración europea, Turquía ha apostado por ello logrando, paulatinamente, hitos en su camino hacia la adhesión como el conseguido en 1970 al firmar un protocolo adicional que contemplaba la posibilidad de ingreso en la Unión o en 1996, cuando Turquía se convierte en el primer estado no perteneciente a la UE que formaba parte de la Unión Aduanera.
Pese a estas participaciones de Turquía en organizaciones internacionales occidentales desde que comenzó a esbozarse lo que hoy es la Unión Europea, muchos son los factores que la alejan de la misma. Mientras que Europa se asienta en pilares culturales cristianos, romanos e ilustrados, Turquía tiene una herencia cultural comple
tamente distinta. El imperio Otomano es el antecedente del actual estado turco cuya herencia cultural musulmana está asentada desde hace más de seis siglos. Un legado que dista mucho del respeto de los valores esenciales que proclama la Unión Europea en el artículo 6.1 de su tratado fundacional, como son la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos. Un respeto que se ve vulnerado, según informa la Organización Mundial contra la Tortura, por la muerte de más de 200 mujeres y niñas por los denominados “crímenes de honor”. Una libertad que se ve incumplida por la invisibilidad a la que la sociedad turca está condenando a sus mujeres. Y una democracia que dista bastante de ser una democracia plena, tal y como la entendemos en Occidente ya que se trata de una democracia vigilada por un ejército que, a lo largo de la historia reciente, no ha dudado en intervenir para condicionar a los gobiernos si éstos se apartan de línea que marcó el padre de estado turco, Mustafá Kemal.

Tampoco son buenos augurios las cifras económicas turcas que sitúan a este país con una renta per cápita del 28% de la media de la Unión. Pero no es menos cierto que países que se han incorporado recientemente a la UE, como Rumania, tenían cifras que no distan de las de Ankara. Y en este campo económico, la Unión puede verse beneficiada. La entrada de los turcos en Europa supone la incorporación de un mercado de 80 millones de consumidores potenciales en 2015 (85 millones den 2030), lo que haría de la Unión, el primer mercado interior más grande del mundo. Sin olvidar las ventajas energéticas que supondría la incorporación de Turquía al encontrarse ésta próxima geográficamente al 65% del conjunto de reservas mundiales de crudo y de gas natural, lo que disminuiría la dependencia energética de la Unión respecto de Rusia.
Pero el principal problema para la UE es el conflicto con Chipre. Los veintisiete estados que actualmente conforman la Unión exigen la retirada de las fuerzas turcas del norte de la isla de Chipre y reconocimiento de la república greco-chipriota, miembro de la Unión desde el año 2006. Turquía invadió el norte de Chipre en 1974 y desde entonces la isla permanece dividida y con presencia militar turca en su zona norte.
Teniendo en cuenta este panorama que puede resultar desolador, el gobierno turco ya ha comenzado con reformas constitucionales y legislativas que acercarán a Turquía a la Unión Europea. El AKP ha hecho varios gestos para reconocer los derechos de la minoría kurda aunque, de momento, no le han reportado resultados en las urnas. Han comenzado las de relaciones con la vecina Armenia para superar el contencioso del supuesto genocidio de armenios por las tropas otomanas durante la Primera Guerra Mundial. En enero de 2004, además, Ankara firmó en Estrasburgo el protocolo número 13 de la Convención Europea de Derechos Humanos sobre la abolición de la pena de muerte en todas las circunstancias, incluso en tiempos de guerra. Un año antes, había firmado el protocolo número 16 sobre la abolición de la pena de muerte en tiempos de paz. Aunque en la práctica ha costado ver los resultados, Turquía ha aprobado una ley de prensa con vistas a garantizar la libertad informativa de los medios de comunicación. El Gobierno turco, también, ha aprobado una reforma de su Código Penal que se tradujo en un incremento de los derechos de la mujer y un endurecimiento de los castigos por torturas policiales.
Turquia está asumiendo grandes reformas con un solo fin: llegar al destino que pretenden, Europa.
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