sábado, 28 de marzo de 2009

En la cuerda floja

Guillermo González.
Faltan cinco días para su celebración y ya ha sido calificada como histórica. La próxima cumbre del G20 será la primera para el nuevo presidente estadounidense, lo que causa aún más espectativas de las que ya suelen generar este tipo de reuniones. A España le ha costado un triunfo formar parte del selecto grupo -que incluye a las grandes potencias mundiales y a los países con más espectativas de desarrollo- y aún así se permite el lujo de probar la resistencia de las ya de por sí delicadas relaciones internacionales.

La Ministra de Defensa, Carme Chacón, visiblemente emocionada ante las tropas españolas destinadas en Kosovo, decidía la semana pasada darles una alegría en persona anunciando el repliegue de las mismas. Sorpresa dentro y fuera de casa. Tanta fue la sorpresa que la administración estadounidense no tardó en mostrar su decepción con la decisión del Gobierno español. Tanto fue el estruendo causado por la noticia que Zapatero decidió enviar a Bernardino León, Secretario General de la Presidencia, a dar explicaciones y apaciguar el ánimo de los norteamericanos. Y parece que el movimiento causó el efecto deseado. Eso sí, ahora Chacón -con la lucidez que aporta una visión más alejada en el tiempo de los hechos- afirma que la retirada se hará de manera "coordinada, gradual y escalada".




Para terminar de deshacer el embrollo -o quien sabe si para verlo con sus propios ojos- Zapatero ha decidido in extremis viajar hasta Chile para participar en una cumbre de gobiernos progresistas y encontrarse con el Vicepresidente americano Joe Biden. In extremis por que la decisión fue tomada apenas 24 horas antes de la celebración de la propia cumbre coincidiendo con la confirmación de la asistencia del propio Biden. Tras media hora de reunión bilateral -que, en un principio, no estaba prevista- Zapatero consiguió el visto bueno del político demócrata respecto al conflicto de las tropas en Kosovo y la ansiada foto del apretón de manos con gesto sonriente. Parece que España puede tomar aire y respirar tranquila, no ha enfadado a la bestia.

Tanto tiempo esperando un cambio de gobierno en Estados Unidos que distendiera las relaciones con el gigante americano y, ahora que se ha conseguido, nos permitimos el lujo de caminar sin red sobre la cuerda floja de la diplomacia. Esta vez, a punto de caer al suelo, España ha sabido recuperar el equilibrio y salvar la situación. De todas formas, no suele ser recomendable tentar a la suerte en temas de tal importancia.

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